Esta vez, se
trataba de una quedada organizada por un amigo el cual no es socio de
Abejaruco. José Ángel Vidal, de Morón de la Frontera.
A las 5:30 en la urbanización La Motilla, en
Dos Hermanas, quedamos cuatro miembros de la Asociación, Manu, Raúl, Laura, y
Juanjo, con ganas de echar un agradable día de fotos, y de conocer gente con
aficiones afines a la nuestra.
Salimos dirección a puerto Gáliz con la idea
en la mente, y como no, en el estómago de parar a comernos una buena tostada. Y
como dijo Paulo Coelho “cuando alguien desea con fuerza algo, todas las fuerzas
del universo conspiran para que llegues a lograrlo”. Pues dicho y hecho.
Paramos un poco antes de llegar a Arcos de la Frontera, donde nos pusieron unas
mastodónticas tostadas dignas de Pedro Picapiedra, las cuales nos dieron
fuerzas para aguantar toda la mañana.
Pero dejando la parte gastronómica a un lado
y volviendo a la quedada en sí, decir que fue sobre las 8:00 cuando llegamos a
la venta de Puerto Gáliz, y que allí estaban ya los que serían nuestros
compañeros en la ruta. Nos presentamos y saludamos, y como ellos estaban allí
con la intención de desayunar, decidimos adelantarnos y sacar a pasear nuestras
cámaras, pues el ansia por poner el ojo tras el visor nos invadía.
Así fue, y al poco tiempo estábamos aparcando en La Sauceda. Reconociendo el terreno, los pies se nos iban a los cursos fluviales, los ojos encuadraban, y las manos no dejaban de buscar a la cámara.
Para cuando nos dimos cuenta, Manu ya se
había enfundado el vadeador. Antes de que sacáramos la segunda foto, ya se
habían incorporado los amigos de Morón.
El día, frío. El viento insistía en
recordarnos la humedad que allí había. Empezamos a andar en dirección a la
ermita derruida de La Sauceda.
Nos entretenía todo, un helecho, un salto de
agua. Hasta la más humilde de las piedras. Todo tenía interés gráfico. A donde
iba uno, íbamos todos. No queríamos que se nos escapase ni una toma.
Llegamos a la ermita después de mil paradas,
y allí Jorge, de Cortes de la Frontera, nos comentó su historia, que llegó a
ser un poblado en el cual se refugiaron malhechores, desahuciados, y maquis.
Le dedicamos un buen tiempo a sus formas,
textura y detalles, mientras íbamos hablando de equipos fotográficos. Entonces,
es cuando José Ángel nos dejó probar su 8 mm ojo de pez Samyang. Nos sorprendió
su nitidez.
Seguimos el camino, y empezaron los cursos de
agua, las cascadas, recodos, musgos y líquenes. El día avanzaba sin que nos
diéramos cuenta. Sólo el frío nos detuvo durante unos minutos y cualquier rayo
de sol servía de escusa para charlar y conocer a nuestros nuevos amigos.
Tras el bocadillo, la mochila de fabricación
casera de Jorge sacó a relucir el tema de las mochilas fotográficas y de lo
difícil que es encontrar la idónea, los precios, y el problema de llevar más,
cuanto más grande es.
Una foto de grupo y una sesión de fotografía
a una cascada después, supuso el inicio de las despedidas. El grupo de José Ángel
dio por finalizada la jornada fotográfica y volvieron a la venta de Puerto Gáliz para comer. Nosotros nos
quedamos allí, ya que veníamos preparados para ello con varios bocadillos,
fruta, y frutos secos.
Estuvimos entretenidos con dos cascadas que
teníamos cerca alrededor de una hora, tras la cual empezamos a subir por los
senderos para llegar hasta el carril que recorre la sierra.
Quejigos y alcornoques inmensos, musgos, agua…
Así fuimos cogiendo altura hasta llegar a un punto digno de una postal.
Mientras comíamos, buitres nos sobrevolaban por encima de nuestras cabezas. Una
vez en marcha de nuevo, ya en dirección al coche, éstos, seguían
sobrevolándonos. Un meloncillo salió prácticamente de nuestros pies y
fugazmente desapareció entre el follaje. Recorrió unos cinco metros a campo
abierto. Insuficiente para poder fotografiarlo.
La tarde fue
más de paseo, de conversación, y de disfrute del entorno, que de fotos. Ya montados en el coche,
decidimos parar en la venta de puerto Gáliz para tomarnos un café bien caliente
y celebrar el fantástico día que habíamos echado.